El territorio como patrimonio cultural y su consideración con los paisajes
Entender el territorio desde la
perspectiva del Patrimonio Cultural es el objetivo que nos planteamos desde el
presente artículo. Así, en primer lugar, debemos definirlo y para ello,
utilizaremos el concepto que de este último utiliza el Instituto Andaluz de
Patrimonio Histórico (IAPH), para el cual, el Patrimonio Cultural es “…subjetivo y dinámico, no depende de los
objetos o bienes sino de los valores que la sociedad en general les atribuye…”.
Asimismo, la UNESCO nos dice que el Patrimonio Cultural es entendido como “…los lugares: obras del hombre u obras
conjuntas del hombre y la naturaleza, así como las zonas, incluidos los lugares
arqueológicos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de
vista histórico, estético, etnológico o antropológico.” Entonces, podríamos
decir que el Patrimonio Cultural es, como lo es el territorio, dinámico y una
obra conjunta del hombre y la naturaleza. Además, es fundamental reconocer la
dimensión económica del patrimonio, utilizando a este como recurso para el
desarrollo de los territorios.
Como ya se dijo, el concepto o
definición de Patrimonio Cultural implica la atribución de valores que la
sociedad asigna a los bienes, es así que hablamos de una patrimonialización, hecho
que ocurre también con el territorio, entendiendo el valor patrimonial en el
carácter identitario. Esto implica, que también se puedan dar procesos de
despatrimonialización, debido principalmente a que las dinámicas de asignación
de valores no son lineales sino variables, ya que algunos elementos pueden
perder interés y desvalorizarse. En este sentido sería valedero sostener que el
Patrimonio es inmaterial siempre pues, va cambiando la importancia que le
otorgamos a la materialidad en la que se refleja la asignación de sus valores. De
esta manera, entendiendo el Patrimonio desde esta visión, las definiciones
usadas hasta ahora como la de Patrimonio Natural o Patrimonio Cultural dejan de
tener relevancia, puesto que todo Patrimonio, como construcción social, es
cultural (4). No debemos olvidar que el
Patrimonio tiene una consideración institucional, puesto que muchas veces los
elementos adquieren el valor patrimonial a través de reconocimientos
institucionales (Ambiente Urbano Monumental, Reserva Natural, Paisaje Cultural,
etc.)
Así, la asignación de valores
convierte un paisaje en Patrimonio, lo cual está directamente relacionado con
la apropiación de este por parte de la población. Con esto, podríamos afirmar
que todos los paisajes son potencialmente patrimonializables, pero sólo los que
cumplan ciertos requisitos, particularmente los referidos a autenticidad e
integridad, utilizados por la UNESCO para definir y seleccionar los bienes que
serán incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial, en los que autenticidad
está ligado a la conservación de los significados originales por parte del bien
e integridad se encuentra ligada a la parte del bien que guarda los valores
patrimoniales, serán reconocidos y protegidos (1).
El gran contenedor de los valores
paisajísticos, el territorio, es un indiscutible ejemplo de capital fijo,
conformado por diversos elementos, como edificios, caminos, parcelas agrícolas,
canales, andenerías, vías, etc., todos estos elementos son considerados activos
fijos. A estos elementos les tendríamos que añadir la dimensión intangible, la
herencia cultural reflejada en el territorio (Fig. 1). El valor de estos
elementos, singulares de por sí, está determinado por la pertenencia a un
entorno territorial definido. Es así que el territorio adquiere un carácter económico
destacado, debido al valor patrimonial que se le otorga, puesto que el
territorio heredado es el resultante de la superposición de diversas tramas y
“arquitecturas”, construidas a lo largo de la historia, lo cual tendrá como
resultado un bien cultural único, fortaleciendo el valor que la sociedad le ha
asignado (2).
Analizado el territorio desde sus
usos, podemos decir que es aprovechado de dos maneras. La primera tiene que ver
con el aprovechamiento directo, es decir productivo, residencial, etc., los que
podríamos decir, son usos tradicionales demandados por la sociedad; pero
también existe una segunda manera de aprovechar el territorio, de forma
indirecta, la cual deviene de la valoración del territorio como bien
patrimonial, siendo la sociedad la que le otorga el valor cultural al mismo (3).
Lo estético del territorio es
resultado de una “composición”, la que se traduce en el paisaje, el cual brinda
la posibilidad de la contemplación escénica, el culto por lo natural y
cultural. Los paisajes son el resultado de un diseño, en cierta medida
espontáneo, pero consciente, con lo cual, además tiene una dimensión
proyectiva, dotando a estos de una valoración estética y cultural. Cabe
destacar que la variedad y complejidad de los paisajes es el valor a destacar
del territorio, más aún cuando estos paisajes conforman, unidos, patrones
estéticos dominantes, con elementos simbólicos culturales identificativos de
estos paisajes (4).
A algunos paisajes se les asigna
valor debido a hitos puntuales, como son los monumentos, cerros, andenería,
molinos, etc., los cuales también pueden ser lineales, como caminos de
trashumancia, acequias históricas, etc. Todos estos elementos son bienes con
valor patrimonial, pero que de ninguna manera configuran por sí solos paisajes.
El paisaje tiene una dimensión territorial significativa, debido principalmente
a que abarca escalas locales (pequeños conjuntos históricos) así como también
escalas regionales (reservas naturales, reservas de la biosfera, etc.). Cada
paisaje es una unidad territorial, en la cual, a modo de palimpsesto (5), se
superponen capas (históricas, físicas, naturales, etc.) y en el que se
reconocen distintas formas de apropiación del territorio y de actividades
culturales, las cuales están ligadas a un determinado espacio geográfico y por
el cual se identificarán y diferenciarán, otorgándoles diversos valores
culturales y naturales, dando como resultado el que se les reconozca un valor
patrimonial a los diferentes territorios. Para el mejor entendimiento y estudio
de los paisajes y el territorio donde se desarrollan estos, es necesaria la
descomposición de dichas capas, pero resulta importante también, el ejercicio
contrario, es decir la recomposición de dichas capas, recuperando la visión
totalizadora del territorio, el cual es dinámico como lo es también el paisaje
(Fig. 2). Este ejercicio de descomponer el territorio en sus diferentes capas
nos traerá como resultado la identificación de los diversos recursos
susceptibles de ser activados (culturales, humanos, económicos, geográficos,
etc.) lo que permitirá la utilización adecuada de estos, además de identificar
potencialidades territoriales locales que puedan ser compartidas con
territorios contiguos, provocando sinergias interterritoriales, contribuyendo a
una utilización racional y compartida de recursos.
Además, el territorio empieza a
cobrar mayor relevancia debido al cambio del paradigma económico, donde el
patrimonio es un elemento determinante para el desarrollo sostenible del
territorio, pero también es esencial en la ordenación de este, como
consecuencia del entendimiento de que los recursos patrimoniales no son objetos
aislados de los contextos económicos y de gobernabilidad, sino que por el
contrario, se encuentran ligados con las actividades humanas y se interrelacionan
con el territorio en el cual se encuentran. Es así que en los últimos años se
ha visto un incremento de bienes declarados, sobre todo por parte de organismos
internacionales, como la UNESCO, con esto se hace necesaria la puesta en valor
de dichos bienes, los cuales resultan básicos para el desarrollo social y
económico. Bajo la nueva perspectiva del territorio como patrimonio y a la vez
propulsor del desarrollo local, se debe tener en cuenta la evaluación de las
aptitudes del territorio y el impacto sobre este que tendrán los nuevos usos
ligados al aprovechamiento económico (2).
Resulta, en este sentido,
fundamental el trabajo en la ordenación del territorio, puesto que planificar
es esencial para la identificación, definición y puesta en valor de estos
territorios, desde las vertientes cultural y económica, lo que derivará en una
adecuada gestión de estos, lo cual, en cierta medida asegurará la preservación
de los bienes en el tiempo, compatibilizando estos con una explotación
económica sostenible y respetuosa de las características de los lugares con
valor patrimonial. Las actuaciones políticas y territoriales, en la actualidad,
se basan principalmente en el entendimiento de que existe una relación directa
entre el desarrollo local y la revaloración de sus potenciales patrimoniales
locales, los cuales son considerados como eje transversal en la ordenación y
desarrollo territorial (1).
A nivel investigativo, los
procesos de reapropiación y revalorización del Patrimonio Cultural y Natural,
que permitan el desarrollo territorial han sido poco tratados, encontrándose
algunos análisis empíricos acerca de este tema. La aplicación de la definición
de Patrimonio, que se le quiere otorgar al territorio resulta compleja, debido
principalmente a que los bienes a los que se le otorga esta categoría engloban
diferentes tipos de conceptos, los cuales muchas veces no pueden ser aplicados
de la misma manera al territorio. A nivel normativo y de protección, resulta
complejo también, puesto que, a pesar de que en muchas ocasiones y sobre todo
en la actualidad, el territorio es considerado un recurso patrimonial, debido a
que ejerce un papel preponderante en el desarrollo socio-económico de una
región, se evidencia la ausencia de un marco normativo definido para la protección
del territorio como Patrimonio.
Entonces, es conveniente hablar de
una “territorialización del Patrimonio”, en la cual, los bienes patrimoniales
han adquirido una nueva dimensión, de mayor complejidad, pues al tradicional
concepto de Patrimonio como legado, se le añaden nuevas maneras de entender e
intervenir sobre este y el territorio que lo rodea, actuando sobre el mismo en
el presente y asegurando un futuro sostenible, a través del aprovechamiento de
los recursos humanos, ambientales, territoriales, etc.; es decir, el Patrimonio
deberá integrar no sólo lo cultural, sino también lo natural, lo físico –
espacial, lo económico y lo territorial, entre otras cosas (6). (Fig. 3)
En conclusión, con esta nueva
manera de entender el Patrimonio desde el territorio, la cultura propia de cada
lugar se torna primordial, donde el patrimonio es el elemento principal del
territorio, entendido este como construcción cultural y social, siendo el
componente que mejor representa la relación de la sociedad con su entorno.
Referencias
1. Silva
Pérez, Rocío y Fernández Salinas, Víctor (2008). El patrimonio y el Territorio
como activos para el desarrollo desde la perspectiva del ocio y del turismo. Investigaciones Geográficas nº 46, 2008 (pp.
69-88). Universidad de Alicante: Instituto Universitario de Geografía.
2. José
Ortega Valcárcel (1998) El patrimonio territorial: El territorio como recurso
cultural y económico. Ciudades: Revista
del Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid (pp
33-48). Universidad de Valladolid.
3. Fernández,
Guillermina; Ricci, Susana; Valenzuela, Silvia; Ramos, Aldo (2016). Reapropiación
y resignificación del Territorio y el Patrimonio: aplicación de la evaluación
de acogida a la zona de Dos Huecos, Argentina. International journal of world of tourism Vol. 3, Número 5 (pp 20-32). Universidad
de Sevilla: Facultad de Turismo y Finanzas
4. Fals
Borda, Orlando (2000). El territorio
como construcción social. Revista Foro
(pp 45 – 51). Fundación Foro Nacional Mar 2000.
5. Corboz,
André (2004). El territorio como palimpsesto. En Angel Martín Ramos
(coordinador) Lo urbano en 20 autores
contemporáneos. (pp. 25-34). Universitat Politècnica de Catalunya, Servicio de
Publicaciones
6. Martínez
Yáñez, Celia (2008). Patrimonialización del territorio y territorialización del
patrimonio. Cuadernos de arte de la
Universidad de Granada Nº 39 (pp 251-266). Universidad de Granada:
Departamento de Historia del Arte
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